números

    A la tercera va la vencida, no hay dos sin tres, donde caben dos caben tres e incluso un, dos, tres, responda otra vez. Estas expresiones son harto repetidas y tienen que ver directamente con la fuerza misteriosa que siempre ha encarnado el número tres en sí. Desde tiempos inmemoriales, el tres aparece como elemento persistente. En la antigua Grecia, la tríada de dioses Zeus, Hades y Poseidón; en el antiguo Egipto las divinidades de Isis, Horus y Osiris; con la aparición del cristianismo, la trinidad cristiana: padre, hijo y espíritu santo; Noé tuvo tres hijos y Pedro negó a Jesucristo tres veces. En el brahmanismo hindú Brahma, Vischnú y Shiva; para los fenicios son Baal, Melkart y Astarté; para los Mithras, el Empíreo se fundamentaba en tres inteligencias. El axioma de la masonería es “trinum fa­ciunt collegium”, tres hacen un colegio” y sus enseñanzas se rigen por tres cimientos: sabiduría, fuerza y belleza, y el deber y derecho masónicos se instituyen sobre la razón, la equidad y la justicia.

    La presencia de este número se hace muy patente en toda la mitología: las tres parcas, el cancerbero —el perro guardián de tres cabezas—, las tres furias y en la literatura tres son los cantos de la Divina comedia de Dante, que describe los círculos del infierno, y los textos se componen mediante las tres máximas de principio, nudo y desenlace; en la oratoria se distinguen tres estados: invención, alocución y distribución; en sintaxis tres son los componentes principales de la oración, a saber, sujeto, verbo y complementos. En la pintura, por ejemplo, las tres gracias de Rubens. El tres es el resultado de la fuerza vital, es el resultado de la simbiosis entre la polaridad del uno y del dos. Sin la existencia del tres no se podría superar la polaridad y la realidad sería un plano inmutable que condenaría a la desaparición. Lao Tse, maestro de los fundamentos del taoísmo filosófico al que se atribuye la autoría del Daodejing, relata cómo a partir de la creación del uno y el dos surgen y se multiplican el resto de las cosas. Como en la naturaleza, el tres es el número de la fecundidad propiciada por la mixtura del agua, el aire y el calor. En física existen tres estados sólido, líquido y gaseoso. Hermes Trismegisto, “el tres veces grande”, fue el apodo que se concedió al padre de la alquimia y autor de las tablas esmeralda donde se recogen las leyes de Hermes, pilar de la corriente del hermetismo. La alquimia se basa en la segregación de la realidad en tres grandes grupos correspondientes a la materia prima, la obra o la materia final. Asimismo, en los cultos de la magia y ocultismo tiene un papel destacado, en el tarot, la carta con el número tres representa a la Emperatriz, que es la Madre, emblema de la fertilidad y la vida.

    En la geometría tenemos el triángulo como máximo exponente del tres, y forma parte de la serie de Leonardo de Pisa, Fibonnaci, que hoy en día tiene una dilatada aplicación en las matemáticas y la ciencia computacional. Pitágoras consideraba que el número tres tenía una acción singular sobre las operaciones matemáticas. Por lo que se refiere a la aritmética, el tres es cantidad inicial y base de la operación en sus múltiples combinaciones, así al multiplicar el número, dividirlo y sumando los dígitos obtenidos el resultado es tres. De este modo su valor es una constante matemática. Así, tres multiplicado por sí mismo resulta nueve, nueve multiplicado por tres, veintisiete, veintisiete por tres ochenta y uno, los dígitos ocho y uno suman nueve, nueve entre tres, da tres. El tres representa la perfecta armonía, “Omne trinum perfecto”, en boca de Virgilio: todo número tres es perfecto.

   Tres son las palabras de la divisa moral por antonomasia: libertad, igualdad y fraternidad. Aunque esa igualdad no es tal si se traspasa al plano de la organización social. Y es que las sociedades tienden a una estructura piramidal —nuevamente la figura triangular. Así, en la antigua Roma el estado se distribuía en patricios, caballeros y plebeyos, heredándose en la edad media en el sistema feudal, el rey, la nobleza (duques, condes, altos prelados, caballeros) y los plebeyos (campesinos, servidumbre…), lo que hoy se reconoce como la clase alta, la clase media y la clase trabajadora. Se podría decir, de esta manera, que el número tres forma parte de manera ontológica del ser, somos kabalísticos.

    Así que, queridísimo lector, la tercera república puede estar cerca, tanto o más que la tercera guerra mundial. Y colorín colorado, este artículo ha acabado. Si quieres leerlo otra vez, refresca la página y cuenta hasta tres.