Us reprodueixo una part d’un llarg article escrit pel poeta andalús José Maria Pemán, publicat l’any 1970 sobre la llengua catalana. L’autor era escriptor culte, treballador, amic de les bones lletres, amic del català. Gens sospitós políticament parlant. I això ens diu:
“Me encuentro – ¡otra vez!- el problema del idioma catalán revivido con ocasión de la enseñanza en las escuelas. Pienso que el primer problema del catalán como idioma es este de calificarlo como “problema”. En este caso, como en otros muchos, el problema es el modo de manipular una cosa que en sí misma no lo es. El catalán, en sí, no es un problema: es una evidencia. Lo que ocurre es que las evidencias cobran fisonomía contorsionada de problema cuando son manejadas por los políticos, ¡que ésos sí que son problema!
Se ha dicho que se tuviera cuidado con el catalán, que podía ser portador de virus políticos. Es otra vez la suspicacia renacida. Desde el día siguiente de la liberación de Cataluña se vio el camino que iban a emprender algunos, reincidiendo en pasados errores. Estuve en Barcelona en los primeros días. Aparecieron calles y esquinas empapeladas de tiras o rótulos inoficiales con este texto: “No hables catalán, habla la lengua del Imperio”. Se iniciaba esa fórmula que había de emplearse en muchas cosas: contestar a los hechos con los vocabularios. A mí me invitaron poco después para ser mantenedor de los “Jocs Florals”, que iban a reanudar la vieja tradición provenzal. La invitación iba acompañada de unas notas en las que se me adelantaba que no admitirían poemas escritos en catalán. También confidencialmente se me rogaba que no hiciera la exaltación de Joan Boscán, el primer poeta catalán que, a finales del siglo XV, escribió versos en castellano. Contesté excusándome, porque vi claramente que se organizaba un acto “separatista”: que de una raya o frontera tanto puede uno separarse de un lado como de otro; y por una ley dinámica social el tirón hacia dentro es correlativo e inseparable del empujón hacia fuera.
Estaba claro que algunos estaban dispuestos a reincidir en la viciosa distribución arbitraria de buenos y malos…Ahora se redactaba la nueva lista de cosas malas con igual convencionalismo: los partidos, el parlamento, la Prensa…el idioma catalán. Clasificadas así las cosas se les aplicaban soluciones absolutistas: enmendándole la plana a Dios; que , por ejemplo, prohíbe el adulterio, pero no prohíbe, curándose en salud, que salgan las mujeres a la calle, que las puertas tengan llavines, que los hombres se suban el cuello del abrigo, y otra porción de cosas que indudablemente facilitan la consumación del pecado. Guillotinando el enfermo se cura evidentemente su dolor de cabeza. Prohibiendo aprender a hablar el catalán, es seguro que en catalán no se dirá ninguna cosa desagradable o contraria al pensamiento del que hace la prohibición.
Plantean el tema restrictivamente los políticos, y le replican a coro la cultura, la antropología, el romanticismo. Se cita la “Pacem in Terris”, de Juan XIII, donde dice que hay que “promover el desarrollo humano de las minorías, con medidas eficaces en favor de su lengua, su cultura o sus costumbres”…El día en que Menéndez Pelayo fue mantenedor de unos “Jocs Florals”, pronunciando en catalán parte de su discurso , y en que el poeta premiado con la “englatina de oro” era Jacinto Verdaguer, que declamó parte de su “Atlántida”; desde ese día había un hecho irreversible, que la política no podía desconocer: porque no era de la familia de las leyes o los decretos, sino de la familia de la biología y la física como la montaña de Montserrat, el Llobregat o el Mediterráneo.
Todavía son muchos los que escriben preguntando si el catalán o el gallego son lenguas o dialectos. Creen que ésta es una jerarquía administrativa que se dictamina desde fuera. Se es lengua cuando se tiene alojada en sus palabras una gran literatura. Nadie puede votar a Curros Enríquez, Rosalía de Castro, Verdaguer, Maragall o Sagarra. Hay pueblos bilingües, eso es todo. Son muchos los catalanes que aunque hablen perfectamente el castellano piensan en catalán. No vale dar distinto valor al hecho de pensar en una lengua cuando hay dos, según el enfoque polémico del tema…El catalán no es un hecho que se “conlleva” o al que se resigna uno. Es un hecho, no pasivo, sino activo, que significa enriquecimiento y aumento para España. Transparente el contenido y el cristalino continente, nada hay en este tema que sea resignación o componenda. Hablar o leer o aprender el catalán es un hecho simplicísimo. Se trata de beber un vaso de agua clara”.
També Pemán parlava clar i català quan volia.