Em consta que fa uns mesos va arribar a mans del principal grup parlamentari independentista a Madrid el suggeriment d’una proposició de llei que, entre altres objectius, a l’exposició de motius deia:

“En cuanto al primero de los objetivos de la presente reforma, como hemos señalado, en un estado social y democrático de derecho, la Justicia emana del pueblo pero tambien se administra en nombre de este y no del rey, como institución hereditaria a la que la Constitución encomienda la Jefatura del Estado con una funciones muy precisas, previstas en los artículos 56 y 62, entre las cuales no está precisamente la administración de justícia, ni siquiera de forma simbólica. Conviene pues corregir este arcaismo, vigente en el artículo 1 de la LOPJ. Esta precisión es a su vez necesaria y coherente con la regulación de la responsabilidad penal del monarca por actos que escapan de sus funciones como jefe del Estado. En este sentido debemos recordar que la Ley Orgánica 4/2014, de 11 de julio, complementaria de la Ley de racionalización del sector público y otras medidas de reforma administrativa por la que se modifica la Ley Orgánica 6/1985, de 1 de julio, del Poder Judicial, introdujo ya mediante un nuevo articulo 55 bis la competencia del Tribunal Supremo para la tramitación y enjuiciamiento de las acciones civiles y penales, respectivamente, dirigidas contra la Reina consorte o el consorte de la Reina, la Princesa o Príncipe de Asturias y su consorte, así como contra el Rey o Reina que hubiere abdicado y su consorte. Sin embargo, siguiendo una demanda social generalizada que el legislador no puede defraudar, se hace necesario, en aplicación de lo dispuesto en los articulos 9 y 14 de la Constitución, en relación al articulo 56, avanzar en una completa regulación de la responsabilidad civil y penal del monarca por actuaciones no amparadas por el ejercicio de la jefatura del Estado.

La inviolabilidad prevista en el art. 56.3 de la Constitución, en una interpretación coherente con lo dispuesto en los articulos 9 y 14 antes citados, además del propio art. 53.1 hace referencia exclusivamente al ejercicio del cargo de jefe del Estado, el cual, como únicas funciones, según el propio texto constitucional: arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones, asume la más alta representación del Estado español en las relaciones internacionales, especialmente con las naciones de su comunidad histórica, y ejerce las funciones que le atribuyen expresamente la Constitución y las leyes. Funciones detalladas en el artículo 62. El mismo art. 56.3 señala que los actos dictados por el rey estarán siempre refrendados en la forma establecida en el artículo 64, careciendo de validez sin dicho refrendo, salvo lo dispuesto en el artículo 65,2. Y establece el art. 65.2 que de los actos del rey son responsables quienes los refrenden. Motivo por el cual de aquellos otros actos, no refrendados, porque escapan de las funciones encomendadas a la corona, no puede haber otro responsable que el propio autor. En estos otros casos, sean actuaciones públicas o privadas, el autor no habrá actuado en condición y persona de rey sinó como un ciudadano más, sujeto a las mismas leyes aplicables por igual a toda persona humana en el estado español. Esta interpretación es la coherente no solo con el propio texto constitucional sinó con las normas que lo desarrollan y forman parte del llamado bloque de constitucionalidad. En este sentido, el art. 4 de la LOPJ ya proclama que la jurisdicción se extiende a todas las personas, a todas las materias y a todo el territorio español, en la forma establecida en la Constitución y en las leyes. Y el artículo 27 de la Ley Orgánica 10/1995 del Código Penal señala: Son responsables criminalmente de los delitos los autores y los cómplices, sin que prevea ninguna excepción,

El Preámbulo de la Ley Orgánica 4/2014, de 11 de julio ya antes citada tambien señala:

Conforme a los términos del texto constitucional, todos los actos realizados por el Rey o la Reina durante el tiempo en que ostentare la jefatura del Estado, cualquiera que fuere su naturaleza, quedan amparados por la inviolabilidad y están exentos de responsabilidad. Por el contrario, los que realizare después de haber abdicado quedarán sometidos, en su caso, al control jurisdiccional, por lo que, al no estar contemplado en la normativa vigente el régimen que debe aplicársele en relación con las actuaciones procesales que le pudieran afectar por hechos posteriores a su abdicación, se precisa establecer su regulación en la Ley Orgánica del Poder Judicial. En este sentido, el nuevo artículo que se introduce atribuye el conocimiento de las causas civiles y penales que contra él se pudieran dirigir por los referidos hechos al Tribunal Supremo, atendiendo a la dignidad de la figura de quien ha sido el Rey de España, así como al tratamiento dispensado a los titulares de otras magistraturas y poderes del Estado. Y similares razones concurren en la necesidad de dotar de idéntico aforamiento ante el Tribunal Supremo a la Reina consorte o al consorte de la Reina, a la Princesa o Príncipe de Asturias y su consorte, así como al consorte del Rey o de la Reina que hubiere abdicado.

Sin embargo, no se alcalza a conocer porqué razón se distinguia en dicha reforma ya operada, en cuanto a responsabilidad del rey, entre los actos cometidos después de una abdicación y los cometidos durante el reinado pero ajenos al ejercicio de la jefatura del Estado, o lo que pudiera ser más grave, cometidos precisamente al amparo de esta, en interés propio y en contra del interés general inherente al cargo. Por este motivo, se hace preciso introducir en la LOPJ y la LECrim expresa previsión de este supuesto, determinar a quien corresponde, en su caso, su enjuiciamiento y facultar al Congreso de los Diputados para la previa autorización, mediante suplicatorio, de dicho enjuiciamiento, y señalar los efectos en cuanto al ejercicio del cargo si hay inhabilitación, procediendo igual que en el supuesto de incapacidad ya previsto constitucionalmente. Asimismo, inherente a la responsabilidad y deber de ejemplaridad estará la obligación del jefe del Estado de declarar ante los tribunales en igual forma y garantias que el resto de autoridades, ya previstas en la ley.”

Aquesta iniciativa concreta no va prosperar perquè el partit receptor va considerar que contribuia a legitimar la institució de la corona, cosa que una força política republicana i independentista no podia fer i a més seria criticat, per aquesta mateixa raó per la resta de forces independentistes.

Al final però una proposta en molt semblants termes ha estat presentada per Mes País i Compromís i ha estat rebutjada per la Mesa del Congrés per, segons es justifica sense rubor,  ser contrària a la Constitució Espanyola.

El motiu d’aquest article no és pas desviar la mirada cap a les miserables picabaralles internes de l’independentisme estràbic. Per això em centraré en posar de relleu les contradiccions d’aquest enrocament, en questions que afecten a la corona, per part de totes les altres institucions de l’Estat. Defensar la independència no està pas renyit, ans el contrari, amb posar de relleu les escletxes i reminiscències absolutistes de l’estat.

Només des d’una absurda interpretació literal s’aguanta aquest enrocament sobre l’abast de la inviolabilitat absoluta del monarca. En una interpretació sistemàtica de la Constitució, en relació a la igualtat davant la llei de tots els ciutadans i en relació al principi de separació de poders, cal limitar aquesta inviolabilitat als actes dictats com a cap d’estat. En una interpretació històrica, tenint en compte una Constitució aprovada  per transitar des d’una dictadura a un estat democràtic (això és el que es diu) no sembla pas raonable que la intenció dels redactors fos perpetuar espais d’absoluta impunitat. En una interpretació teleològica, no pot sostenir-se a l’hora la defensa d’una monarquia parlamentaria i la barra lliure en tots els actes del seu titular. Per tant, per delimitar la inviolabilitat del monarca no cal cap reforma constitucional sinó interpretar la Constitució adequadament.

I és que, per posar exemples tant reals com vergonyants, resulta que dos senyors poden ser acusats de rebelió i condemnats per sedició, per adreçar-se a uns ordenats i pacífics manifestants des de sobre un vehicle policial i un rei que des de dalt d’un tanc fes un autèntic cop d’estat, resulta que seria inviolable. Si triomfés el cop d’estat, impunitat. Si fracasés, també.

És sorprenent que des de totes les institucions de l’estat, i els cortesans que vetllen per mantenir l’estatus, es prefereixi reconeixer que tenen una Constitució vergonyant i amb articles predemocràtics que fer-ne una interpretació democràtica i respectuosa amb la igualtat davant la llei i la divisió de poders. Per tant, que a partir d’ara no presumeixin de gaudir d’una democràcia impecable i un marc constitucional exemplar. Ells mateixos reconeixen que, com a mínim, a banda de questions nacionals, hi ha dos articles vergonyants: els que discriminen per raó de gènere en la successió de la corona i els que consagren la inviaolabilitat absoluta del seu titular. I no els deu preucupar massa si veiem que tampoc han impulsat cap reforma per canviar-ho.

Tot plegat, no ens ha però d’estranyar. Ja s’ha vist que si han d’escollir entre democràcia i unitat de la pàtria, que el rei simbolitza, si han d’escollir entre 1 d’octubre i 3 d’octubre, la tria és tristament clara. Ara bé, el propi interessat, el mateix que va parlar el 3 d’octubre, en podria donar la seva opinió i rebutjar aquesta interpretació d’impune barra lliure com la que fan, sense fer-li cap favor, els seus seguidors. Ho té ben fàcil. Tant fàcil com haver-ho inclòs en el seu discurs d’inici d’any judicial o en el de lliurament a Barcelona de diplomes a nous jutges, recent acte on sembla que l’han trobat a faltar. Ocasions segur que n’hi ha i el govern més progessista de la història, si s’ho cregués de veritat,  potser és el que li hauria de suggerir.

Dit tot això, com que de l’actual Tribunal Constitucional, en aquest tema, no cal esperar cap espurna d’honesta lucidesa, algú hauria d’anar pensant en plantejar aquestes vergonants contradiccions constitucionals en seu de la Unió Europea i les seves institucions, especialment Parlament Europeo des de la vessant política i Tribunal de Justícia de la Unió Europea des de la vessant d’interpretació jurídica.

La Carta de Drets Fonamentals de la Unió Europea reconeix a l’art. 20 la igualtat davant la llei, a l’art. 21 el principi de no discriminació, a l’art. 23 la igualtat d’homes i dones, a l’art. 47 la tutela judicial efectiva i podriem seguir. L’art. 20 del Tractat de Lisboa deixa clar que tots els ciutadans, sense excepció, estan subjectes als drets i també deures previstos als tractats de la UE. La tutela judicial efectiva comporta el dret a acudir i obtenir resposta dels tribunals i que aquests facin justícia. Però com es concilia el principi de justícia de l’art. 1 i la tutela judicial efectiva de l’art. 24 de la Constitució quan qui causa el perjudici a un bé o dret penalment protegit és impune per inviolable? i a sobre, la justícia es diu que s’exerceix en el seu nom. No seria doncs pertinent preguntar en seu de la UE:

Considera compatible amb la Carta de Drets Fonamentals de la UE i els diferents tractats de la Unió l’existència de preceptes constitucionals d’un estat membre que consagren la inviolabilitat absoluta del cap d’estat per qualsevol tipus d’actuació aliena a l’exercici del càrrec?

Considera que la única interpretació, compatible amb la pertanyença a la UE, i les normes d’apliació directa que la regulen, d’aquest precepte constitucional és considerar que aquesta inviolabilitat està limitada als actes propis de l’exercici de la funció de cap d’estat?

Com diria aquell, aquí queda per si algú, aliè a l’estrabisme partidista habitual, ho vol aprofitar.